Una conversación en el endocrino
Me dirigí a la consulta del endocrino como lo hacía cada 3 meses, uy perdón, eso era antes, ahora es cada 6 meses y si hay suerte. Estaba contento pues creía que había hecho una buena gestión de mi diabetes y esperaba conseguir ese ansiado 7% de hemoglobina que tanto esfuerzo me estaba costando conquistar.
Tenía la consulta a las 10.30h y como siempre yo llegaba puntual, pero mis médicos iban con retraso. Entonces decidí sentarme, tenía en frente a un hombre de unos 40 años, con barba poblada y pelo desaliñado que vestía con un chándal un poco viejo.
Él me miraba todo el rato y la verdad es que me empezaba a incomodar. Pensé en irme a esperar a otro lado y en mi cerebro se perfilaba la estrategia correcta para poderme levantar e irme a otro sitio, sin que el hombre se diese cuenta de que no quería estar en frente suya.
Mi idea era estirarme un poco en el asiento, con un tímido bostezo y levantarme para estirar mis piernas, dar unos pequeños paseos por el pequeño pasillo y finalmente sentarme en otro sitio lo más lejos posible.
Cuando empecé a estirarme, mi plan se fue al garete pues el hombre me dijo:
— ¿Tú eres feliz?—Y yo sorprendido le respondí.
— ¿Perdón? ¿Que si soy feliz? Bueno… eh… sí, por supuesto—Dije titubeando y con cierto nerviosismo.
— ¡Ya seguro que no! Nadie puede ser feliz con esta mierda de enfermedad—Dijo enfado y medio gritando.
—Bueno… a ver… Por cierto ¿Cómo te llamas? —
—Alberto—
—Yo soy Juan, encantado—
—Igual—Contestó casi sin vocalizar.
—Bueno Alberto, yo he dicho que soy feliz; y lo soy, porque la diabetes a pesar de que es muy dura, he conseguido superarme y que la diabetes no condicione mi vida porque ella no puede ganar la batalla ¿sabes?—
— ¡Tonterías! Eso son palabras y son fáciles de decir, pero no me jodas Juan, yo estoy desesperado, tengo hipoglucemias a la noche y ya no pego ojo por miedo a morir por la noche, me pasó dos veces que me tuvieron que llevar al hospital porque perdía el conocimiento. Por suerte estaba mi exnovia que me pudo ayudar, pero ya no la tengo macho, se me ha ido de mi vida por culpa de la diabetes.
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—Venga no digas eso—Dije como forma de consolarlo.
—Si macho, la quería mucho y se fue porque claro cómo iba a estar con un enfermo y debilucho como yo. Me tengo que pinchar 8 veces al día, parezco un yonkie de esos. Además, da igual lo que haga con el azúcar, siempre está alta y me estoy siempre meando por los sitios y joder me han detectado que mi riñón está empezando a fallar y todo por culpa de esta asquerosa enfermedad, ¡cómo voy a ser feliz! Tú… sí tú, aún eres joven, ya llegarás a mi edad y entonces comprenderás lo mala que es esta enfermedad— A mí este señor ya me empezaba a asustar y me quedé en silencio, pero prosiguió diciendo:
—Y claro, no hablemos de las farmacéuticas, que tienen la cura, pero no les interesa sacarla, solo miran por el dinero, y las personas ¿qué? No les importamos nada. Solo dinero y dinero y ¿el sufrimiento de las personas?—Yo no aguantaba más oír a ese señor que me estaba quitando la ilusión por saber si había conseguido mi ansiado 7% de hemoglobina glicosilada. Y me harté y le dije:
—Mira, lamento que lleves tan mal la diabetes y que estés con problemas en el riñón, espero que te mejores lo antes posible. Pero mira, yo también tengo diabetes, al igual que tú. Yo tengo las mismas subidas y bajadas de glucosa, el mismo número de inyecciones, los mismos sacrificios, los mismos miedos e inseguridades… pero ¿sabes? Y no quisiera ofenderte. Pero yo no me rindo, yo no me dejo arrugarme ante la vida. Tengo diabetes ¿y qué? No por ello, voy dando pena a los demás, yo quiero ser un ejemplo de superación, no un ejemplo de pena. Yo quiero ser feliz y que los de mi alrededor se contagien de eso… de mi felicidad. Y bueno… claro que tengo días mejores y peores… pero no por ello voy a dejar que mi diabetes gane la batalla. Y no son palabras Alberto. Yo no culparía a la diabetes de que mi novia me ha dejado, no saques la excusa de la diabetes para justificar el no tener lo que deseas en tu vida. Y si de verdad tu exnovia te dejó por tu diabetes, esa persona te sobra en tu vida, no merece la pena ni saludarla por la calle. Pero me juego lo que sea a que no te dejó por tu diabetes, sino por el pesimismo que rodea tu vida. Todo es malo por lo que veo. Ya sé que no te conozco de nada y que no puedo juzgarte pero ya está bien de culpar todos los males a la diabetes. Y si no es la diabetes es el sistema que oculta la cura de la diabetes. Es que esto no es así, ya está bien, si tan listos sois todos los que decís eso, id vosotros e investigar la cura de la diabetes vosotros. No me mires así, Alberto. Se ha logrado mucho en el tratamiento de la diabetes y ha sido gracias a este propio sistema que tenemos. Antes de 1921 la gente moría por la diabetes. Si prefieres eso… En fin, me he puesto un poco alterado, porque hay que superar esto. No es fácil, pero lo único que tenemos claro todos los seres humanos en este planeta es que al menos tenemos esta vida, y yo no quiero que nada ni nadie me arrebata mi vida ni mis sueños e ilusiones—Me quedé sin aire después de todo lo que le comenté. Cogí aire en un momento de silencio bastante incómodo. Alberto se quedó mudo. Yo estaba muy incómodo con esta situación, entonces… se obró el milagro.
— ¡Juan, pase a consulta!—Dijo el enfermero.
Me levanté, todo orgulloso de mi mismo, y entré en consulta. Mientras pasaba, observé a Juan que se encontraba mirando hacia el suelo cabizbajo. No sé si estaba reflexionando sobre mis palabras o en cambio estaba más hundido que antes. Espero que Juan busque la solución a sus problemas y salga adelante.
Y esta ha sido la reflexión. Esta reflexión es una situación ficticia, pero que refleja las dos posturas que tienen las personas sobre la diabetes. Aquí encontramos la postura de Alberto y la de Juan. Por un lado, Alberto no ha conseguido superar psicológicamente la diabetes y su enfermedad es más grande que su vida y le pesa, siendo la diabetes la que dictamina y dirige su vida. Por otro lado, Juan ha entendido que la diabetes es una enfermedad que representa en sí muchos problemas, pero no son infinitos, sino finitos, y no ha querido que su diabetes dictamine su vida, ni le guíe por el camino que la diabetes quiera, sino en el que él quiera ir. Juan ha vivido y encontrado casi todos los problemas que le ocasiona la diabetes en su vida y los ha querido entender y poner solución a muchos de ellos y en otros casos ha tenido que asumir esos problemas como parte de su vida. En la vida de Juan, la diabetes es un cachito de su vida, pero es más pequeño que el pedazo que representa su vida, y lo puede controlar. ¿Y tú? Con respecto a la diabetes ¿eres Alberto o Juan? Déjame abajo en los comentarios tu postura y visión sobre la diabetes.
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Adrián Idoate Bayón es bioquímico por la Universidad de Navarra. Ha realizado varios trabajos de investigación en el tema de la diabetes, transportadores de glucosa y obesidad, presentándolos en congresos internacionales y en artículos de revistas científicas. Tiene publicado el libro: "¿Alumno con diabetes? El manual para profesores”. Además, se dedica al mundo de la divulgación de la diabetes, siendo el fundador de la plataforma Diabetes AIB. Este artículo ha sido redactado con fecha de: 1 de mayo de 2022 a las 13:30.